"Captación y tratamiento, escrito, oral, visual o gráfico, de la información en cualquiera de sus formas y variedades", dice la RAE. 

 

El periodista estadounidense Abbott Liebling no se equivocaba cuando afirmaba que se suele confundir lo que se lee en los periódicos con las noticias. La 'sobreinformación' no sería del todo negativa si no fuera porque su calidad queda supeditada por una palabra que en esta sociedad ha dejado de ser un recurso noble para ser el mismísimo fin: negocio.

 

Pero aparquemos cualquier aspecto reprochable del periodismo de hoy, de ayer, o de mañana, porque estar informado sigue siendo increíble, pero informar lo es aún más. Y aunque los shows disfrazados de periodismo, las noticias de relleno exprimidas hasta la última gota, o la vomitiva intención persuasora de algunos no representen mucho al cuarto poder, éste lo sigue siendo. Una necesidad social de la que, por mucho que queramos u odiemos, sería impensable su inexistencia. Valorémosla, no sólo por el lado del agradicimiento, sino también por lo que implica valorar algo: aplaudir lo que vale, y desestimar lo que no. 

 

A los periodistas, intenten hacer buen periodismo, por el bien de la humanidad. Yo haré lo propio.